Perspectivas del paisaje
- Raquel Díaz
- 20 dic 2024
- 8 Min. de lectura
Actualizado: 2 feb
La necesidad de conocer y reconocer el paisaje, a través de una voz colectiva, formada tanto por mí como por las personas con las que trabajé para esta colección, se hizo presente conforme surgían los nuevos productos. Era importante colocar esas opiniones dentro de la información recabada, porque así como las imágenes del proceso, son un archivo que representa a grandes rasgos nuestro paisaje yucateco.
En ese entonces, en agosto, cuando se inició la producción, parecía un tema simple, que solo encarnaba elementos que se observan en la naturaleza. Sin embargo, conforme se fueron realizando las entrevistas, me di cuenta que el tema del paisaje en realidad es complejo, y está lleno de contrastes peculiares que antes no hubiera considerado. Que no sólo retratan a nivel visual, lo que se observa en el llano, también se convierte en un tema cultural, histórico y espiritual, que complementa nuestra identidad.
Porque para mí, el paisaje podría ser algo físico, como el monte, el cielo, el clima y los animales. Pero para los entrevistados, lo que está presente es algo más.
Antes de dar paso a las perspectivas, me gustaría aclarar que todo lo que aquí describo no tiene fines comerciales, únicamente es con el propósito de contar las historias desde una interpretación muy personal. Todos los audios recopilados fueron con consentimiento de las personas involucradas, mismos que son dispuestos en forma de relato escrito.

Árbol de flamboyán, Muna. 17 octubre 2024. 35 mm.
Primera perspectiva: Don Ramón.
Según don Ramón, el paisaje no sólo incluye elementos de la naturaleza. La historia familiar y sus recuerdos forman una parte importante dentro de ese concepto. Con la música que suena a lo lejos, desde su estéreo antiguo, me dice que a través de sus vivencias personales, fundamentadas en los orígenes de su familia alfarera, construye una imagen de un paisaje, que proviene del pasado. De un Ticul pasado que se veía muy diferente.
Entre nuestro diálogo, sale a la luz que Ticul, cuando él era niño, era una zona en donde se cultivaba y comercializaba el tabaco. Recuerda que antes por las calles, que hoy en día están abarrotadas de comercios populares, se veía este elemento colgado en sogas al exterior, del cual se desprendía un olor muy fuerte. Hoy, un olor aún muy grabado en la memoria de don Ramón, que relaciona mucho con su fallecido abuelo, pues él también lo enrollaba en su hogar.
Cuenta también, que antes, en el Ticul de su infancia, el barro que abundaba en la zona era recolectado de manera independiente por los alfareros. El mismo acompañaba a su padre a las expediciones de recolección, y recuerda el trabajo físico y duro que se requería para ir por las reservas. Hoy en día, ya no es necesaria la labor, puesto que el barro ahora se comercializa y él adquiere su materia prima a través de otras personas. Me ha comentado inclusive, que el barro que se trabaja llamado “de Ticul” en realidad proviene de Campeche, pero por la cuestión cultural aún se sigue refiriendo a este material como originario de Ticul.

Fotografía de su padre. Marzo 2024.
A través de su pequeño taller, reconstruye lo que en el pasado fue el paisaje de Ticul, también se lo presenta a todo aquél que desee entrar y tenga tiempo para algunas historias. Con fotografías, música y otras reliquias uno se ve transportado a otra época, a través de la nostalgia y el amor por la alfarería y la familia.
Poco a poco, no sólo en su hogar, pero en la ciudad, se infiltra la modernidad, lo cual intensifica su necesidad por rescatar elementos que denotan lo que fue alguna vez el paisaje tradicional; por ello conserva su albarrada, sus plantas y los árboles nativos. Saca a relucir uno de sus libros avejentados, en donde entre maya y español, se dan a conocer algunas plantas endémicas que funcionan para curar enfermedades. Mientras lo hojeo, admito que de muchas no sé nada, a lo cual él agrega que tampoco sabría él donde encontrarlas hoy en día. Nos cuestionamos si muchas de ellas ya se han perdido.
A través de nuestro diálogo, enfatiza la importancia de seguir transmitiendo historias, que ayuden a preservar el paisaje, que para él es en sí las historias familiares que moldean la memoria colectiva de un lugar. Y esto que se queda, en nuestra mente, según su punto de vista, es lo que tiene la capacidad de alegrar nuestras vidas.

Casita de hormigas pintada. Jardín de don Ramón. 17 octubre 2024.
Segunda perspectiva: Don Sergio.
Don Sergio nos platica sobre la importancia del color para definir el paisaje. Para él, el color es un aspecto histórico y cultural, a través del cuál construimos una identidad.
Para él, esa identidad está fuertemente arraigada en el arte prehispánico maya y concluye que la manera de representar esa conexión que siente, es a través del color. Su intención al trabajar es tratar de plasmar las mismas ideas que extrajeron los mayas del paisaje, a través de su artesanía, dándole matices contemporáneos pero sin perder la esencia de lo que le heredaron.

Zona arqueológica Uxmal.
Entre lo que comenta, dice que el color es lo que le da contexto a sus creaciones: es una pieza clave para transmitir sensaciones y emociones. También nota que está presente en su vida diaria de otras maneras, puesto que el color no sólo es el pigmento para sus piezas; es el condimento que da sabor a la comida tradicional de Yucatán, es el componente de nuestra vestimenta típica, es un símbolo rojo que observa en las calles, los puestos, que se asocia a la comunidad alfarera de Ticul.
Don Sergio me dice que gracias al color podemos preservar y apreciar la historia, ya que empleando diferentes tonalidades se pueden dar a conocer momentos o escenas vividas. En su caso, es a través de los jarrones pintados que muestran símbolos, los animalitos y las esculturas que se hacen resaltar en las esquinas.
Para don Sergio, el color tiene la capacidad de contar de dónde venimos, al mismo tiempo que funciona como una herramienta de exploración que nos indica el camino a seguir. Nos da la posibilidad de acoplarnos a nuevas ideas u oportunidades. Él ha intentado plasmar los colores en sus piezas, conciliando las ideas de su papá y las propias para dar a conocer su cultura.
Para Don Sergio, el paisaje es una parte fundamental de su identidad, expresada principalmente a través de los colores.

Don Sergio a veces aplica la pintura usando sus palmas. Ticul, octubre 2024.
Tercera perspectiva: Doña Irma
Doña Irma, sentada a mi lado, me observa detenidamente cuando le pregunto: ¿Para usted qué es el paisaje? Lo duda por un momento, y lentamente las ideas empiezan a fluir. En pocas palabras comparte su perspectiva sobre el paisaje local y cómo los elementos naturales, especialmente las flores, se incorporan en los diseños de bordados tradicionales.
A través de esta postura, se recalca la importancia de seguir con las prácticas del bordado a máquina, pues es un medio a través del cuál expresamos lo que vemos dentro de nuestra misma vecindad, nos da unidad y vivacidad en los eventos especiales.
Confiesa que lo primero que le viene a la mente con esa palabra son las flores y los árboles. Elementos que conforman el paisaje del pueblo, que observa cuando sale a las calles de Tekit para hacer el mandado, o en sus noches de fiesta, cuando los ve plasmados en los ternos y huipiles. En ellos hay tulipanes, hibiscos, claveles, narcisos, flores violetas, rojas, amarillas; un sinfín de pétalos coloridos que llaman la atención en los bailes del pueblo, a los cuáles doña Irma, le encanta asistir.
Gracias al paisaje colorido que portan las mestizas, se mueve la economía en Tekit. Ya que al ver un huipil muy particular, empiezan las indagaciones sobre quién, cómo y en dónde se hizo. Así es como una persona interesada puede finalmente preguntar sobre la confección de una pieza por encargo, y llegar con los contactos indicados para adquirir el suyo para el siguiente baile, quizá.

Fotografía del proceso de bordado para las blusas. 20 septiembre 2024.
Doña Irma hace memoria para contarme que en la época de su mamá, más o menos a inicios de los años sesentas en Tekit, no había energía eléctrica. Lo cual significaba que ella para realizar su bordado, por encargo o por iniciativa propia, necesitaba hacer la labor ya sea con la luz del sol a la entrada de la casa, o a la luz de las velas y del quinqué después del atardecer.
Dado que el bordado tradicional es una actividad que se lleva a cabo entre las tareas del hogar durante todo el día, era y sigue siendo común que la labor del decorado de prendas deba hacerse inclusive de noche. Justo cuando la familia duerme o las actividades dentro de casa han terminado, la mujer bordadora plasma sus flores aunque a su alrededor el ambiente sea oscuro. Así es la tradición.
Los cambios históricos como la llegada de la energía eléctrica, la invención de la máquina industrial, y la llegada del bordado numérico ha cambiado el paisaje económico y cultural de Tekit, pero si hay algo que permanece en la memoria de las personas, según doña Irma, son las flores y la apreciación por la tradición, que se continúa a través de las generaciones.

Retrato de doña Irma en su hogar. 2 de diciembre 2024. Tekit.
Cuarta perspectiva: Don José.
Cada vez que visito a Don José observo que ha hecho cambios en su jardín.
Él trabaja en casa. Su taller, ubicado en la parte posterior de su hogar, está rodeado por las plantas y árboles de su jardín. En el transcurso de año y medio he visto cómo el diseño de su jardín ha cambiado; se ha esmerado por hacerlo más cómodo, espacioso, ha sembrado y ha cambiado plantas de lugar. Aquella vez que fui a preguntarle sobre el paisaje, estaba haciendo cambios en la entrada, creando un camino que lleva directamente al taller.
Sin duda, dedicarse a su jardín le da más comodidad a la hora de trabajar, pero según nuestro diálogo, ahora me doy cuenta que es eso lo que propicia un momento de inspiración y un espacio de reflexión.
Para don José, el paisaje tiene una conexión muy palpable con su trabajo. A través de los árboles que observa en su jardín, puede pensar en sus futuras creaciones, desde la parte del diseño hasta la forma en que puede tornear. Los árboles que ahí conserva no los corta, los cuida, los poda, les da tiempo. Este tiempo que le dedica, le brinda esa sensación de tranquilidad e inspiración que requiere para trabajar.

Don José.
Comenta que el jardín es un lugar muy agradable cuando entra la brisa, sobre todo en los días que hace mucho calor bajo el techo de lámina. Si en algún momento nota que alguna planta está muriendo, acepta que debe dejarla ir y abrir paso a una nueva planta.
De esta conversación, podría yo concluir, que el paisaje para don José tiene dos vertientes:
La primera vertiente es que el paisaje se construye desde los confines del hogar, en donde aprendemos a respetar y cuidar a la naturaleza. Es un lugar lleno de conciencia, beneficio mutuo y tranquilidad. Esto da paso a que cuando estemos en contacto con paisajes fuera del hogar, sabemos cuáles son los límites propios humanos y lo que podemos hacer en detrimento de la madre Tierra.
La segunda vertiente es, que el paisaje se rinde por ciclos, como la vida humana. La cercanía con el paisaje nos permite identificar cuando hay vida o no, es decir, como cuando vemos que una planta está al borde de apagarse, y sabemos que es momento de cambiar. El paisaje, concluyo de nuestra plática, es un espacio para pensar, en donde encontramos la pérdida y la aceptación al mismo tiempo.

Mesa de trabajo y a lo lejos, Kati.
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